sábado, 8 de mayo de 2010

El adiós definitivo

   Cuando tuve conciencia del suicidio siempre lo asocié a una decisión drástica ante un desengaño amoroso, a la salida honorable para un enfermo terminal, a la locura de un enajenado o a la imperiosa necesidad de desaparecer de alguien cruelmente humillado y ofendido. En el transfondo siempre el honor y la dignidad.


   Cuando tuve conciencia de que hay parados que también se suicidan traté de comprender el por qué, los motivos…Un enamorado rechazado deja de ser, un enfermo incurable pierde las ganas de vivir, un enajenado se mata porque sí, alguien mancillado no quiere pertenecer al mundo de los vivos. ¿Por qué se quita la vida o se deja morir un ciudadano que no encuentra empleo?

   A finales de diciembre de 2009 un diario español elegía al parado, personaje del año (España doblaba la media de paro registrada en la Unión Europea). Desde hace unos años en todo el mundo los ciudadanos en precario son carne de cañón de los medios de comunicación. Sus violentas acciones, las escasas veces que se han producido, ocupan las páginas de sucesos. Sus lamentos y peticiones de auxilio (los parados terminales al igual que los yonquis o enfermos de sida existen) provocan un circo mediático. Pero es un eco medido y controlado: se rebusca en la miseria el titular del día, no se ofrecen soluciones.



   De los ciudadanos muertos a causa del paro poco se sabe. Y los hay. Aunque los medios de comunicación, en su mayoría, prefieran esconder la cabeza bajo el ala y opten por ignorarlos. Unos se suicidan callada o ruidosamente en el propio hogar (la soga, la explosión de gas) o en un lugar apartado (‘el bosque de los suicidas’ es el romántico nombre que se le da en Japón). Otros se convierten en teas incendiarias en plena calle clamando justicia.

   Enseguida se les buscan antecedentes mentales para justificar el abrupto adiós. ¿Están locos todos los enamorados que se suicidan? ¿Todos los enfermos terminales? ¿Todos los ofendidos? ¿Por qué los enajenados saltan de las azoteas? ¿Están locos los parados que atentan contra su vida? Y de estarlo habría que preguntarse: ¿Cuándo perdieron la cordura? ¿Por qué?

   Hay parados que mueren de tristeza (la depresión es la gran plaga del Siglo XXI) y a otros se les escapa la vida en la orilla de la playa, al volcar la patera, ante los ojos sorprendidos o indiferentes de otros ciudadanos.