viernes, 21 de mayo de 2010

Pánico en las plumas

   El mismo día dos articulistas en dos medios distintos (El País y La Vanguardia) nos aconsejan tirarnos por el precipicio, con el argumento de ver escenarios posibles de salida de la crisis.

   Bajo el titulo ‘Ponerse en lo peor’, el socialista y catedrático de sociología, Ignacio Sotelo, escribe en El País: "El espectáculo que ofrece el primer partido de la oposición, empeñado obsesivamente en que el Gobierno nos lleva a la catástrofe, tanto si pretende salir de la crisis salvando el Estado social como si se ve obligado a cuestionarlo, coloca a la sociedad en estado de pánico permanente, con lo que, además de echar leña al fuego de la especulación internacional, se muestra dispuesto, con tal de que caiga Zapatero, a propiciar el mayor desastre. Y lo hace, claro está, sin mencionar las medidas concretas, y de estas se trata, que pondría en marcha si llegara a gobernar. Sabe que si las hiciera públicas perdería las elecciones, y siempre podrá alegar que la herencia que dejaron los socialistas exige las medidas drásticas que seguro luego tomará. En estas circunstancias, ponerse en lo peor, aunque sea como mero ejercicio dialéctico, podría interpretarse como una invitación al suicidio colectivo"...

   Y continúa el optimista Solelo: "Cierto que no es probable que se concatene una desgracia a la otra, pero en la sociedad de alto riesgo en que vivimos hay que estar preparado para responder a los peores desastres. Condición de supervivencia es imaginar peligros y tener preparadas las respuestas adecuadas". Para acabar por reconocer : "Tómense estas reflexiones como lo que son, una pesadilla en una mala noche, pero en ningún caso se echen en saco roto".

   Bajo el titulo ‘La crisis tiene alas’ el escritor Antoni Puigverd apunta en La Vanguardia: "Para evaluar la gravedad de la situación es necesario mirar más allá del súbito empobrecimiento de las clases medias y asalariadas. Si fracasan las medidas de liquidez y austeridad que han improvisado (a modo de esbozo de política económica) los países fuertes de Europa, el riesgo de colapso es enorme. Si el euro estallara y, consiguientemente, cada uno de los países de la UE tuviera que regresar a la disgregación de la que partió, ¿qué tipo de sociedad y de economía serían posibles? Imaginarlo produce vértigo"...
   Y añade: "Oposición, sindicatos y patronales van a lo suyo, como el Gobierno, cuyo plan de recortes despierta tantos interrogantes. Todos parecen decididos a aprovechar la ocasión para sacar tajada del naufragio: defienden miopes intereses de facción, capean el temporal o esperan contemplar el cadáver del enemigo. En la calle se producen los primeros ensayos de conflicto social. El "sálvese quien pueda" tiene, ciertamente, justificación: el capitán del barco no quería aceptar que habíamos entrado en aguas tempestuosas; y cuando ya no pudo negar que el barco estaba siendo azotado por una tempestad histórica, se mostró errático y evasivo. "Que muera en el intento –claman todos–, lo tiene merecido". Para terminar: "O los actores principales son capaces en este grave momento de dar el do de pecho y encontrar fórmulas de concertación o el barco se irá a pique".

   Tal vez hubiera sido mejor, apreciados Sotelo y Puigverd, haber dejado la pluma en el tintero.