domingo, 30 de mayo de 2010

El sofá

   Desplegó las suaves manos por la piel de cuero. El tacto cálido la hizo estremecerse. Abrió el catálogo y marcó con el lápiz su modelo preferido. Su marido en la oficina tenía una gran bronca con el jefe. Repetidas veces se ha mordido la lengua pero esta vez salta, la mecha prende como la yesca. La mujer se dirige con una sonrisa al dependiente señalando con el índice un tresillo de terciopelo azul. Es un modelo muy caro para estar en exhibición, tendríamos que pedirlo a la central. ¿Cómo va a pagarlo? Se muerde el labio inferior. En el despacho permanece sentado mientras el jefe le amonesta. La verdad no me esperaba esto de usted, todo menos el insulto. Pagaré en cómodos plazos. ¿Cuántos días tardarán en llevármelo a casa? Le pido disculpas ha sido un arrebato, no pretendía ofenderlo. Se lo llevaremos en tres días.

   También quiero cambiar la habitación de matrimonio. Entera. Estoy aburrida de la coqueta, las lámparas, la alfombra y de todo lo demás. Las disculpas llegan demasiado tarde. ¡Que le den por culo! El marido hace un gesto ostensible y abandona la oficina. Enséñeme también esas duchas modernas para el cuarto de baño. Sígame señora. ¿Quiere un café? Con leche, gracias. Tenemos también un jacuzzi que también puede pagar en cómodos plazos. En la calle mira hacia la ventana donde está su despacho. Cruza sin percatarse del coche tuneado que se acerca a toda velocidad. Su marido es afortunado. ¿Azúcar? No, gracias.