martes, 8 de febrero de 2011

El gen de la felicidad

   La gente está empeñada en hacerme feliz. Me dicen ¿por qué no te lees el Viaje a la Felicidad de Punset? Siempre que me lo dicen pienso en un chute.

     Otro viene con una sonrisa de oreja a oreja que parece que se le va a romper la cara y me comenta de sopetón: tu lo que necesitas es La auténtica felicidad de un tal Sligman o algo parecido. También le ignoro hasta que aparece una amiga e insiste sobre el tema: a ti lo que te conviene es Sobre la felicidad de Séneca. Lo lees y luego meditas como un buda. Te sentirás mejor.

   Como es mí mejor amiga estallo y la digo: ¡yo ya soy feliz, acaso no se me nota en la cara!. Nací así, tal cual, con el gen de la felicidad, según me dijo mi madre. Pues nunca me has parecido la alegría de la huerta, me reprocha ofendida y se larga con viento fresco. Desde que nos comió la crisis las entendederas, ya va para más de dos años, no hacen más que brotar libros de autoayuda cual si fueran amapolas. A los citados en busca de la ansiada felicidad puedo añadir El camino de la felicidad de un tal Bucay, El mito de la felicidad del filósofo Gustavo Bueno y hasta uno de un sabelotodo que se titula nada menos que Las trampas de la felicidad. Ser feliz tiene truco, que no lo puede ser cualquiera y menos aparentarlo.

   Les pongo un ejemplo cercano y que toca a muchos ciudadanos: ¿Tiene un parado derecho a la felicidad? ¿Cómo se puede ser feliz cuando la vida le da la espalda? me pregunto. Resulta cuándo menos sospechoso, ¿verdad? La sola invocación de la existencia de la felicidad puede herir a aquellos que no la tienen. La satisfacción que exhiben los triunfadores, duele a los fracasados. Sin embargo, todos hemos experimentado como en horas bajas se agradece estar cerca de alguien que transmita alegría, optimismo, ganas de vivir. Esto último parece el argumento de uno de esos libros de autoayuda. Y tanto me estoy convenciendo que voy a escribir uno que será un best-seller. ¿Qué cuál? Pues está muy claro: El parado feliz así es como lo titularé.

      La alegría de vivir sorprende encontrarla en los suburbios africanos, en las favelas de Brasil, en los centenares de niños que recogen objetos usados entre las montañas de basura, pero la tenemos también en España. “El otro día conocí a un taxista de Cádiz tremendamente optimista. Allí tienen la tasa más alta de paro, pero son los más felices de España. Todos lo hemos pasado mal. Aunque no te lo creas, yo también he sufrido la crisis”, confesaba a una revista el actor Gabino Diego. El parado puede elegir entre ser activo y feliz o pasivo e infeliz (que son las dos caras de este libro que pretendo escribir). “Ser infeliz es fácil, lo difícil es tener la suficiente inteligencia y valor para ser feliz”, sentenció un popular presentador que por timidez no me atrevo a citar.
   En España tenemos más de cuatro millones de razones para ir en busca de la felicidad. Si estás en paro y buscas la felicidad ayudarás en primer lugar a tu familia, luego a tus amigos y crearás un ambiente agradable. ¿Cómo desear feliz año a quien no va a tenerlo? se preguntaba un joven escritor al conocer el cáncer que devoraba a su padre. El escritor encontró por si mismo la respuesta: “Mientras su mirada no se relaja, la mía se evade un instante al inclinarme hacia él, y a continuación choco mi copa con la suya, le deseo feliz año y le doy un beso tratando de sonreír…”. Ahí está la clave en la sonrisa, el buen ánimo que reconforta al que padece. El parado nunca debe renunciar al anhelo de ser feliz, ni perder la esperanza de regresar al ‘paraíso’ en la tierra.

   Cuando te expulsan del mercado de trabajo debes regresar con la cabeza bien alta. Ya sé que no resulta fácil. Muchos hemos experimentado ese complejo de inferioridad. Pero ante este socavamiento de la moral deberías preguntarte: ¿Era mejor persona cuando tenía trabajo y soy peor persona ahora que estoy sin empleo? Reflexiona: no has dejado de ser la misma persona. Piensa y actúa. Si en una situación de desventaja (como sucede cuando te has quedado sin trabajo) no renuncias a tu ración de felicidad el camino te será más llevadero. Esta actitud positiva ante los contratiempos creará un entorno amable a tu alrededor. Si el parado tiende a ser feliz (al menos a intentarlo) contagiará este deseo a su familia, amigos y conocidos. Hay razones de sobra para buscar la felicidad que se pueden resumir en dos: lo frágil que es la vida y lo pronto que pasa.