Hoy Día Mundial del Medio
Ambiente procura no cruzarte con ellos. Si no puedes evitar la tentación lleva la
mascarilla a mano. Algunos políticos y periodistas tras su comportamiento son
tan peligrosos o más que los residuos tóxicos. Sus efectos perniciosos pueden
tardar tantos años en desaparecer como el plástico arrojado al mar en
biodegradarse.
Su nivel de toxicidad viene regulado
por dos varas de medir infalibles: la mentira y la corrupción. Cada uno puede elegir
al más tóxico para su ranking particular. En mi caso, el ranking de políticos tóxicos lo encabeza en España
un senador acusado de abuso de menores:
y a la cola pongo a un triste concejal
pillado infraganti:
En Europa nadie discute que el number one es Silvio Berlusconi. Contamina todo lo que se le pone a tiro con su lenguaje soez; en
América Latina, un tal Hugo Chávez tal vez se lleve la palma con su lenguaje tabernario. Y en cada país o continente que
cada cual elija su preferido.
El ranking de periodistas tóxicos
en España lo encabeza por goleada Salvador Sostres, el infame periodista a
sueldo de El Mundo. Pío Moa ocuparía el trono en el de historiadores/escritores, si tuviera talento para alguna de estas dos nobles profesiones. “Es tan
excesivo que siempre que te asomas a cualquiera de sus textos temes que te
enfanguen sapos viscosos, hígados putrefactos y litros de sangre oscura, espesa
y maloliente”, escribía José María Izquierdo en El País.
Pero la basura también la
alientan periodistas que presumen de honorables –ella más que él- y no dudan en
ser cotillas en las horas de más audiencia de una televisión. Valga este testimonio:
En el ranking de los titulares
tóxicos (nocivo para todas las edades) destaco este, colgado por alguna mente averiada de El Mundo (el que lo colgó y sobre todo el que puso el infame titular):
Encabeza el mal gusto o la imbecilidad
la forma que tiene de ilustrar periodistadigital.com el terrible tema del
suicidio:
Está claro que no hace falta mencionar
a la cadena de televisión más tóxica de España.
Está en la mente de todos.
Debo confesar que soy periodista
y que duele ver como los prejuicios, las ideas falsas y los vulgares juicios
llevan mucho tiempo contaminando la información de verdad. Una pena. Pero hay
que seguir. Es nuestro oficio. Querido, a pesar de unos cuántos cafres.