(Dedicado a los que están conscientes de que tienen un pie en el otro
lado)
“Mi única ambición ahora es morir
como un río en el mar. Ya noto la sal”
José Luis Sampedro/El País
Semanal 12.06.11
Su adiós no por repentino es inesperado. Con total sinceridad te
descubren que su fin está cercano (una hora, un día, meses, años…) porque
mueren un poco cada día. Todos hemos escuchado alguna vez a nuestros mayores:
“no llegaré a la comunión de mi nieta”, primero y luego “no llegaré a su boda”.
Cumplida cierta edad es despedirse de continuo, aunque muchas veces los que se
van son jóvenes, niños, infantes. Pero ese adiós para los viejos es un imán que
los atrae/absorbe cada instante de su vida. Y así lo manifiesta un Sampedro
sordo a sus 94 años: “Mire, yo estoy a punto de morirme y estoy tan tranquilo”.
Y Mario Benedetti empezaba así su relato ‘La muerte’: “Conviene que te prepares
para lo peor”. En ‘La
Resistencia ’ Sabato escribe: “Debo confesar que durante mucho
tiempo creí y afirmé que este era un tiempo final. Por hechos que suceden o por
estados de ánimo, a veces vuelvo a pensamientos catastróficos que no dan más
lugar a la existencia humana sobre la tierra”. Benedetti se fue hace dos años
cumplidos los 89.
‘Antes del fin’ es uno de los
libros más clarividentes de Ernesto Sabato. En sus páginas se destila
indignación a raudales. Para mí es el líder no reconocido del 15-M, de
cualquier movimiento que busque paliar (no digo eliminar, eso queda para los
utópicos) la desigualdad. Sabato nos dijo adiós a punto de cumplir los el
siglo.
Cuando uno abre la puerta a la
muerte esta no tarda en aparecer. Pero hay viejos que nunca envejecerán porque
no siguen al pie de la letra esta sentencia: “La vida es como una escalera, quien considere
que ya la ha subido entera se crea la obligación de empezar a bajar”. Es
de Fernando Martín, padre a los 65 años.
Aunque no sirva de
consuelo más bien de cabreo, la Real Academia Española sólo aplica la
palabra viejo a los que han cumplido 70 años.