Hace
dos años largos renunció como vicepresidente de Economía del Gobierno de España
un político cuyo estado de ánimo en los últimos meses era un fiel reflejo de la
situación del país. Su voz desfallecida, la respiración dificultosa, era el
espejo en el que se miraban millones de españoles. Cada vez que abría la boca
mataba la esperanza. Valga esta afirmación: “La crisis subprime (como se conoce a las hipotecas basura de
Estados Unidos) tendrá un efecto relativamente
pequeño en España”. Este hoy ex vicepresidente, llamado Pedro Solbes, y encargado de
dirigir la economía española sólo cometió un error: calificar como suave
desaceleración lo que cada vez se parecía más en España a la Gran Depresión de
los años treinta de los Estados Unidos. Este lamentable error de apreciación desde entonces trae a centenares de miles de españoles, y a sus familias, por la
calle de la amargura.
“La economía no es sólo dinero, es un estado
de ánimo” respondió el presidente Zapatero en “Tengo una pregunta para usted”, un popular programa de televisión
española. Fue el 26 de enero de 2009. Desde entonces el estado de ánimo de los
españoles, medido en términos psicológicos ha caído en picado.
La crisis tiene un efecto amplificador que
llega a todos los rincones de la sociedad. Se habla constantemente del tema en
los bares, en la calle, con los amigos, en las tertulias de radio y televisión.
Un miedo irracional se ha instalado en la sociedad. El consumo de
tranquilizantes y ansiolíticos es muy elevado en España y crece anualmente. La
crisis tendrá más impacto entre los hombres que entre las mujeres. “Los hombres
tienen mayores dificultades para adaptarse”, asegura Juan José López-Ibor,
catedrático y director del Instituto de Psiquiatría. López-Ibor cree que las
mujeres “en contra de lo que se pensaba, están mejor preparadas para hacer
frente a grandes cambios sociales que sean muy estresantes”. “Ante una
situación de pánico, el hombre vive como una ruina no ser capaz de dar la
talla, no poder alimentar a su familia. Afronta una circunstancia extrema de
manera diferente a la mujer y ve más destruida su estructura personal. El
hombre es más narcisista y la mujer está más pegada a la tierra”, explica López-Ibor.