viernes, 24 de agosto de 2012

400 euros, dinero de bolsillo para los ministros

Ya sabemos que las comparaciones son odiosas y nos ponen de mala leche. Por eso me encanta hacerlas: los 400 euros que recibe, con todo derecho, un parado se los gasta el presidente Rajoy en fumar los puros habanos este verano.
 El reloj que luce en la muñeca la vicepresidenta Soraya, supera los 400 euros sólo la cebolleta; una corbata de García-Margallo, las gafas de Ruiz-Gallardón, la camisa de Pero Morenés, las gafas de diseño de Montoro, el llavero de Guindos con las llaves de su flamante ático o la blusa de la Mato superan los 400 euros, arriba o abajo.
Sólo el maletín de ministro vale una pasta. Por eso entiendo que al presidente y sus ministros les cueste tanto aprobar dinero de bolsillo para los parados,  y eso que viene a ser la como la calderilla que guarda María Fátima, la ministra de Empleo, en su monedero. Le resulta más fácil dársela al pobre que la espera por las mañanas a la puerta de la iglesia que firmar un real decreto. Los billetes que lleva doblados en cuatro el ministro Cañete en la cartera superan los 400 euros. ¿Alguien quiere seguir? Me estoy poniendo malo…

miércoles, 8 de agosto de 2012

Callar bocas llenas, alimentar las vacías


En este país hay quien roba a manos llenas, con disimulo, nocturnidad y alevosía, ahí tenemos dos grandes constructoras españolas, paga una multa y a seguir robando. Otros hurtan para alimentar a los necesitados y se les pone contra el paredón. Deberíamos darnos cuenta que hechos como el sucedido, tuvieron antecedentes en países tan civilizados como el nuestro, caso de Francia, y nadie se rasgó las vestiduras; es más políticos y la mayoría de los ciudadanos apoyaron a los conocidos como ‘Robin Hood’ de los hipermercados. 
En París cobró auge el denominado ‘Movimiento de Parados y Precarios en Lucha’, que adquirió cierto renombre tras actuar, en la Navidad de 2008, en los grandes almacenes Lafayette, en Rennes, y en dos Monoprix de Nantes y del centro de París. Su método es simple: se citan un grupo en un supermercado grande (preferiblemente en hora punta, lleno de gente). Abarrotan los carritos o las cestas de productos básicos y a la hora de pagar acuden en masa a las cajeras y se niegan a soltar un euro. Discuten con el gerente del establecimiento, argumentan que la comida no es para ellos, sino para grupos de parados o de personas sin recursos. Mientras tanto, paralizan la cola, con lo que la clientela que aguarda se impacienta (y el gerente más, que ve peligrar el negocio). Al final, les dejan ir con el producto gratis para no complicar las cosas, sin llamar a la policía.
Ocurrió el día de nochevieja, en el Monoprix del Fauburg Saint-Honoré. Fue el golpe más audaz. Se citaron una cincuentena de activistas. Llenaron 13 carritos de bolsas de arroz, de botellas de aceite, de leche, latas de atún y de tomate; pero también de foie-gras, de salmón ahumado y de botellas de champán, productos típicos de cualquier cena de Nochevieja en Francia. Después se presentaron de golpe todos en la zona de las cajas y las bloquearon al negarse a pagar. Discutieron con el encargado y los empleados durante unos minutos. Todo duró media hora.
   “El centro accedió para que la situación no degenerara en un día de fiesta”, explicó un portavoz de Monoprix al periódico Libération. Después, según asegura el colectivo, repartieron todos los productos, incluido el foie-gras y el champán entre personas paradas, inmigrantes sin papeles de un barrio de París. “Las campañas de movilización por los derechos sociales ya no funcionan, y por eso hay que buscar formas de solidaridad más concretas, sobre todo ahora con la crisis y la degeneración de las condiciones de vida y de trabajo”, explicaba a ese mismo periódico francés uno de los participantes en la acción sin decir su nombre. Algunos los han bautizado como los ‘Robin Hood de los supermercados’.